20 sept 2014

Medidas.

¿Cuánto mide?, ¿Cuánto dura?, ¿Cuánto pesa?, ¿Qué fuerza tiene?... Horas, kilos, metros, grados, atmósferas, días, quintales, amperios, pulgadas, decibelios, píxels, hércios, bytes... ¿Por qué tenemos la necesidad de cuantificar todo lo que nos rodea?

Ambicionamos poder intervenir en nuestro propio entorno, controlarlo todo, y para conseguirlo necesitamos delimitar su volumen, su funcionamiento, su génesis. Y donde no llega el rigor científico, que lo haga la imaginación. Muchos estudiosos se pusieron a imaginar e intentaron poner medida y elaborar teorías acerca de la felicidad. Se inventaron varios instrumentos capaces de medir la felicidad, de cuantificarla... sin embargo, no lo consiguieron. Por ello, tuvieron la necesidad de confesar un gran secreto: 
Para identificar, provocar e incluso cuantificar la felicidad, tanto propia como ajena, mejor que cualquier instrumento sin duda, sigue funcionando con más fiabilidad una sonrisa espontánea y cálida; unos latidos que se aceleran, la necesidad de dar un abrazo, un "gracias", un beso. Dicen que no hay lejos ni cerca cuando se mide con amor.

"Pequeño catálogo de instantes de felicidad"

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